Fue un pintor italiano del
Quattrocento (siglo XV). Actualmente se le aprecia sobre todo como pintor
especialista en frescos, pero en su época fue conocido también como un geómetra
y matemático, maestro de la perspectiva y de la geometría euclidiana, temas en
los que se concentró a partir del año 1470. Su pintura se caracterizó por su
estilo sereno y el uso de las formas geométricas, particularmente en relación
con la perspectiva y la luz. Es uno de los principales y fundamentales
personajes del Renacimiento, aunque jamás trabajó para los Médicis y pasó poco
tiempo en Florencia.
La resurrección.
La resurrección de Cristo, por su
parte, es obra notable al utilizar diversas perspectivas. Se trata de una
composición en tres planos: el paisaje, Cristo saliendo del sepulcro y los
soldados dormidos. Tiene una inenarrable solemnidad, que le da la composición
piramida. La base del triángulo la forman los soldados dormidos y el ángulo superior
por la cabeza de Cristo.
El foco de la composición está
constituido por Jesucristo, de pie, saliendo de la tumba y mirando de frente al
espectador. Con su mano levanta la toga rosa y el pie lo posa en el borde de la
tumba. Todas sus heridas son aparentes. La figura de Cristo divide el paisaje
en dos partes: lo que queda a la derecha exuberante, con árboles frondosos,
vivos, en primavera, simbolizando el nuevo nacimiento; lo que queda a la
izquierda moribundo, árboles de invierno que simbolizan la muerte.
El bautismo de Cristo
Representa el
momento en que Cristo, situado en el centro de la composición, es bautizado por
san Juan Bautista, ubicado a la derecha. El cuerpo de Cristo, forma un eje
vertical en el cuadro que se sitúa entre los tres ángeles a su derecha y san
Juan Bautista a su izquierda. Cada uno de los ángeles tiene un peinado, color y
pose distintos, lo que refuerza simbólicamente la presencia de la Santísima
Trinidad. Los tres ángeles, vestidos de colores diferentes, en contraste con la
norma iconográfica, no sostienen los vestidos de Cristo sino que se agarran la
mano, en señal de concordia.
En la composición
se encuentra una destacable alusión a la perspectiva, fundamental en la obra de
Piero, ya que las propias figuras conforman el espacio donde se asientan. La
composición se basa en un cuadrado y un círculo, representando el cuadrado la
tierra y el círculo el cielo. Es una pintura al aire libre que realiza la unión
de dos elementos: el paisaje y los personajes.
La flagelación de Cristo
Esta obra pone de
manifiesto que Piero era consciente de las innovaciones arquitectónicas de la
época. Está marcado por un aire de sobriedad geométrica. La luz proviene del
espectador, es diáfana e ilumina también el recuadro bajo el que está situado
Cristo. Gana en abstracción cuanto pierde en movimiento, dando a la
representación una fijeza atemporal: la realidad del hecho particular coincide
con la totalidad de la realidad, el tiempo coincide con el espacio y lo hace
eterno.
El resultado
expresivo es la impersonalidad, la ausencia de emociones, la calma solemne en
la digna severidad manifestada por los personajes representados. Es esa luz
clara y fría la que "inmoviliza a las figuras en una expresión impasible y
silenciosa". Y van vestidos de forma habitual.
Los duques de Urbino
Se trata de un
díptico pintado por ambas caras. En una se ven los retratos del duque de Urbino
Federico da Montefeltro y su esposa, Battista Sforza. Se encuentra entre los
primeros retratos renacentistas. El retrato, de perfil como los de las monedas
romanas y es típico de la pintura italiana de la época.
Los dos perfiles
quedan frente a frente sobre un paisaje idealizado y en perspectiva, visto
desde un ángulo superior, lo que da la sensación de una perspectiva infinita,
siendo una innovación.